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martes, 18 de noviembre de 2014

¿Y qué pasa si hablamos de morirnos? Por Yasmina Díaz


 
Hace poco  en uno de esos momentos en los que tomamos café durante el turno de trabajo, esos  que saben a reflexión, se exponía la situación de una joven que por todos era sabido que no iba a superar su estancia en la UCI y que no pudo hablar de lo que le estaba pasando con nadie. La muerte inminente.
Las posiciones eran diferentes: algunos se preguntaban el  por qué debía hablarse con ella de ese tema si en el fondo ella ya intuía lo que pasaba;  otros afirmaban  que sí  era necesario hablarlo y que debíamos animarla a expresarse.
Todos estuvimos de acuerdo en que   la opción de poder expresar lo que sentía no debía estar limitada por la incompetencia profesional para poder hacerlo. Es decir, que la competencia profesional para manejar situaciones comunicativas complejas y con alto estrés emocional  debía estar disponible para la persona que lo necesitase.
 
 
La cuestión se hacía más difícil,  a pesar del olor a café armónico que nos rodeaba,  cuando se planteó la posibilidad de que todos los profesionales fuésemos “competentes en comunicación”   o como  José Carlos Bermejo describe en  uno de sus muchos libros publicados “Humanizar la salud; humanización y relación de ayuda en enfermería”,   que todos los profesionales fuésemos expertos en relación de ayuda. En esta relación de ayuda deben existir algunas  actitudes centrales, las vértebras del acercamiento a la persona a la que cuidamos: Empatía, Congruencia y Aceptación incondicional.
En este caso el conflicto se presentaba a mi parecer, en primer lugar en la relación empática. Si entendemos que uno de los primeros escalones que debemos subir para llegar a relacionarnos de manera empática con alguien, es la identificación con el otro para después tomarnos la distancia necesaria para hacerlo de manera sana y profesional, la identificación con la joven que se enfrentaba a su propia muerte hacía que el profesional debiese colocarse en emoción muy próxima. Además de la similitud psicosocial que pudiese existir con este caso en concreto, al colocarse tan cerca de la muerte del otro, el profesional debía pensar en ¿qué haría yo si me estuviese pasando?.  Al preguntarse eso, ¿quién tiene las herramientas para responderse?.
El segundo conflicto se presenta en la aceptación incondicional del otro. Si para que esto llegue a buen puerto debemos tener una escucha activa, en este caso  las preguntas abiertas que la joven realizó no se respondieron de ninguna forma. Probablemente las  resistencias en la fase de  identificación de la propia muerte son tan altas que  nos hacen poco competentes para escuchar activamente al otro y aceptarlo.
En cualquier caso la pregunta que  surgió del aroma de  ese café sigue quedando en el aire, ¿podemos ser todos y cada uno de los profesionales de una unidad lo suficientemente competentes en comunicación como para ser excelentes en nuestra atención, o deberían existir personas referentes más formadas y capacitadas para hacerse cargo o  dar apoyo en este tipo de situaciones complejas?. ¿Es todo esto una cuestión de recursos económicos y de medios humanos? ¿Es la excelencia en comunicación  nuestra responsabilidad profesional, o basta con asegurar los mínimos para cada uno de los profesionales?
Algunas publicaciones ya hacen referencia a las competencias al final de la vida en las unidades de cuidados críticos (“A comfortable place to say goodbye.” Millner P, Paskiewicz ST, Kautz D).

El asunto ya está sobre la mesa acompañando a nuestros cafés.

4 comentarios :

  1. Me encanta este post. Ser empáticos puede ser en ocasiones muy complejo, como en el caso que planteas.

    Para mí hay un estado previo a la empatía, que nos libera de lo propio no resuelto, y que en numerosas ocasiones vemos a reflejado a modo de espejo en la persona a quien cuidamos. Ese estado previo es el "me importas, me interesa lo que te pasa, lo que sientes, lo que necesitas, y estoy por tí". Esa actitud nos pone en disposición de aceptación incondicional del otro, y de respeto por sus sentimientos, por sus decisiones, sus tiempos, etc.. Y ahí sin darnos cuenta, empezamos a ser empáticos.

    En el tema de la muerte, como bien dices se activan muchos resortes y nuestro posicionamiento tiene que ver con lo propio resuelto y lo no resuelto al respecto.

    Pero hay además algo que para mí es muy importante y que aprendí con Clara Valverde, enfermera referente en comunicación terapéutica y relación de ayuda. "Los significados del paciente". Saber que es lo que realmente le preocupa al paciente. Una madre joven puede estar preocupada por dejar a sus hijos pequeños huérfanos, y esa es su máxima ansiedad, y no tanto el hecho de morir después de años enfrentándose día a día a un cáncer, por ejemplo. Y ahí reside su dolor y su resistencia. Un señor mayor puede estar angustiado pensando, "qué va a ser de mi mujer, quién cuidará de ella", etc. Así pues, no se trata únicamente del diagnóstico y/o el pronóstico en si mismo, si no del universo único y personal de cada paciente y que va a determinar el modo en que lo asume.

    Por otro lado, del mismo modo que todo el mundo tiene clara la iatrogenia que puede ocasionar un tratamiento mal pautado o administrado, todavía no somos del todo conscientes de la iatrogenia que puede causar el modo en que nos acercamos y nos comunicamos con las personas a quienes cuidamos (pacientes). Esa iatrogenia forma parte de los intangibles, tan importantes, y que determinan sin lugar a dudas que la relación sea terapéutica o no. Y basta un sólo error para que la confianza se rompa.

    Y sí, creo que todos deberíamos formarnos en comunicación terapéutica y relación de ayuda, porque beneficia a todos. A los profesionales les da competencias en algo tan fundamental y cotidiano como es relacionarnos con los pacientes, además del crecimiento personal que siempre va de la mano. Pero es que además no somos nosotros quienes elegimos quién va a establecer una relación de ayuda con el paciente. Si no todo lo contrario. Es el paciente quien elige de forma más o menos consciente quien es su profesional de confianza, aquel o aquella con la que se siente cómodo para expresar lo que siente, y habitualmente son aquellos profesionales que le acompañan más tiempo a pie de cama, enfermeras y auxiliares.

    Así pues, aprender a comunicarnos bien, a ser empáticos y a establecer una relación de ayuda no creo que sea opcional, creo que es una de las competencias básicas a desarrollar.

    Os invito a visitar y leer: http://www.equipoaquo.com/Material.html

    http://www.equipoaquo.com/Material_files/PARAHACERNOSELTRABAJOMASFACIL.pdf

    http://www.equipoaquo.com/Material_files/Enfermeria_centrada_en_los_significados_del_paciente.pdf

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    1. Madre mía Elena, este comentario bien podría ser un post. Muchísimas gracias por expresar tu opinión y hacernos entender muchas cosas. Desde luego, el tema de la muerte hay que tratarlo desde la naturalidad y la aceptación. Debemos cambiar el chip: el paciente no "SE NOS MUERE", y el hecho de que fallezca no es sino su circunstancia, independientemente de que hayamos dado el 200% para mantenerlo. Tenemos la costumbre de asumir como éxitos o fracasos cosas que van más allá de todos nosotros. Y alivia bastante saber que todos nos vamos a morir, y que esto forma parte del hecho de vivir. Vivamos pues con naturalidad, con alegría, con satisfacción de disfrutar de un trabajo mágico y que día a día nos enseña cosas. Y nos da la oportunidad de aprender los unos de los otros. Y en lo que no sepamos, no pasa nada: LO IMPORTANTE ES DARSE CUENTA y prepararse de forma adecuada.

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  2. We shouldn't avoid discussing end-of-life care:
    http://www.newsday.com/opinion/editorial-we-shouldn-t-avoid-discussing-end-of-life-care-1.9208862

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  3. Gracias Gabi. Totalmente de acuerdo contigo :-)

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