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viernes, 8 de julio de 2016

Abrazos. Por Ángela Alonso


ABRAZO (R.A.E.): 1. m. Acción y efecto de abrazar.

ABRAZAR (R.A.E.): 1. tr. Ceñir con los brazos. 2. tr. Estrechar entre los brazos en señal de cariño. […] 5. tr. Comprender, contener, incluir.

¿A quién no le gusta un abrazo? A todos nos gusta que nos abracen y a todos nos gusta abrazar. Pero solemos elegir los destinatarios de nuestros abrazos y solo nos dejamos abrazar por aquellas personas que cada uno quiere o permite. Por mucho que se haya puesto de moda eso de “regalar abrazos”, no solemos ir por la vida abrazando a desconocidos... y a la mayoría de nuestros conocidos tampoco. El abrazo supone una transgresión de nuestro espacio íntimo; se traspasa esa distancia de comodidad social o incluso personal, y eso, si no es algo deseado, produce incomodidad, azoramiento. 

El abrazo es una señal de cariño, que es algo que demandan pacientes y familiares insistentemente. El cariño no es más que un signo que indica que paciente y familiar nos importan, nos preocupan, y no solo desde el plano clínico o intelectual, sino también desde el humano. 
 
Abrazar es comprender, contener, incluir. Cuando abrazamos incluimos y compartimos el dolor o la alegría de otros, asumimos y entendemos por lo que están pasando.
 



A mí me enseñaron mis maestros en esto de la Medicina y de los Intensivos que se debía mantener una relación profesional con pacientes y familiares, basada en el respeto mutuo, pero sin excederse en las confianzas, cada uno en su puesto: a ellos les toca sufrir y a ti trabajar sin tregua, científicamente, con la cabeza fría, sin dejarte llevar por sentimentalismos. Debía ser de corazón duro envuelto en una coraza todavía más dura, si cabe.

Durante años intenté ser buena discípula, pero debe ser que la coraza no está hecha a prueba de sentimientos y el corazón vuelve a ser de carne en cuanto te descuidas un poco y levantas la guardia.

No recuerdo exactamente cuando pasé de “dar la mano” al recibir o despedir a los familiares en el momento de la información a “agarrar la mano” a veces mientras informo de las malas noticias. Tampoco recuerdo cuando di mi primer abrazo a un ser humano destrozado por el dolor, la pérdida o la incertidumbre. Y, por último, tampoco recuerdo cuando se me empañaron los ojos y se me escaparon las primeras lágrimas de compasión o de alegría. Pero si sé con certeza que fue algo natural, no forzado ni violento. Y fue algo que no me hizo sentirme menos profesional, menos científica o menos capaz de desarrollar mi trabajo sin tregua.
 
Solo me hizo sentirme mejor, más humana… y más útil cuando la ciencia no da más.

De un tiempo a esta parte me he descubierto dando más abrazos de los habituales sin buscarlos. En el último de ellos, una madre abatida me dijo el mejor piropo que podía esperar: “Cómo se nota que usted es médico por vocación”. ¡Todavía no se me ha deshecho el nudo de la garganta!.
 
Miembro del Proyecto de Investigación HU-CI.

2 comentarios :

  1. Querida Ángela, sólo puedo decirte dos cosas tras la lectura de tu post, UN ABRAZOSO ENORME Y MIL GRACIAS por lo que nos das, nos dais cada día con H de HUMANIZAR.

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  2. Precioso Ángela! tus abrazos de corazón, con corazón dejan huella para siempre. Abrazos para ti también :) Feliz día, y gracias!

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