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viernes, 22 de mayo de 2015

Los médicos también lloran, por José Manuel Salas

 
Hola a todos, mis queridos amigos.
 
Hoy tenemos un nuevo amigo e invitado, el Dr. José Manuel Salas.

Hace unos días la Dra. Ángela Algaba, compañera de la UCI del Hospital Universitario de Torrejón, me pasó el siguiente post de José Manuel, y tras leerlo me puse en contacto con él para compartirlo con todos vosotros.

Y cosas de la vida, José también tiene lazos con Bolivia. Así que la química ha sido instantánea y seguro que trabajaremos juntos. Os presento aquí su precioso blog: Your Family Doctor...reflexiones con tinta de médico.

Para muestra, un botón: Los médicos también lloran. Bienvenido a Proyecto HU-CI José Manuel. Y muchas gracias.

 

 
"Y el mundo se sorprendió al ver la foto de un médico llorando después de perder a un paciente, y los profesionales de la sanidad nos sorprendimos al ver la reacción del mundo".

Y nos sorprendimos porque nosotros ya sabemos que debajo de cada bata, pijama o título universitario en el área de la salud, siempre hay un ser humano.

Un ser, que como cualquier otra persona tiene la capacidad de sufrir y sentir.

¿Quién no ha visto nunca llorar a un compañero en una guardia?

¿Quién no terminó alguna vez derrumbado después de una historia con triste desenlace?

¿Quién no se imaginó por un segundo que pasaría si fuéramos los del otro lado?

Flaco favor le hizo a una historia con ansias de igualdad el tópico de “los hombres no lloran”, pero peor favor nos hizo a nosotros que algunos colocaran nuestra profesión en un pedestal por encima del resto, porque nada se aleja más de la realidad que esta errónea visión.

Porque la medicina se practica desde la humildad, con los pies en el suelo y al lado del paciente.

Nunca compartí aquel tradicional estereotipo, del eterno sacrificio del médico, que lleva su profesión las 24 horas del día y está obligado a casarse con la medicina, anteponiendo su profesión a su vida.

Somos humanos, estamos vivos, e intentamos hacer nuestro trabajo lo mejor posible. Nos formamos y preparamos para ello, pero es nuestra humanidad la que nos hace grande y a la que nunca debemos renunciar.

Los profesionales que trabajamos en las urgencias y emergencias vivimos situaciones emocionales límites, cargadas de tensión y estrés. Y al terminar de brindar nuestra asistencia tenemos todo el derecho para derrumbarnos, llorar y expresar abiertamente lo que sentimos. Porque de no hacerlo, sería olvidar el sello humano de nuestra profesión, aquello que nos diferencia en la actualidad de una simple máquina, aquello que nos dice que somos algo más que un montón de piel y huesos, que somos alma y sentimiento.

Y no debemos olvidar que tratamos con personas, y como les digo en ocasiones a mis residentes, a veces no debemos buscar la mejor medicina entre las páginas de un libro, sino en nosotros mismos.

Porque en definitiva, los dioses no lloran, pero los médicos si.

J.M Salas [Con Tinta de Médico]

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