Las agujas se cruzan, se superponen, se chocan.
Enlazan una hebra y se vuelve a cruzar.
Dos agujas y un ovillo de lana gris.
Gris como el cielo de los malos presagios.
Con sus sesenta y dos años Juana teje, tal como lo hizo toda su vida.
Cuando le preguntan qué está tejiendo la respuesta sale sin demora:
“Una bufanda para él, para cuando despierte”
Al lado de Juana está Eusebio, su amor de toda la vida.
Ya perdieron la cuenta, pero llevan más de cuarenta años juntos.
En la sala de terapia intensiva Juana teje a su lado.
No entiende los números que cambian, ni las curvas que se dibujan.
No entiende las alarmas que suenan.
No entiende la mitad de las palabras que le dicen en el informe médico.
Sí entiende que Eusebio está muy mal, que las probabilidades son pocas.
Pero sigue tejiendo para él.
Como Penélope, se aferra a la esperanza de la vuelta y al tejido.
Sabe que cada día que pasa es más difícil que su amado vuelva.
Se prepara para lo peor, sin dejar de esperar un milagro.
Y sigue tejiendo… para Eusebio.
Desde el primer día de internación en terapia supo que esta vez era más grave.
Lo único que pidió fue que le dejen tejer al lado de su cama.
“Una bufanda para él, para cuando despierte”
Y en voz muy baja agrega: “o para que se la lleve puesta, si ésta vez le toca irse”.
Sergio Sandes
Docente de la Universidad Nacional de Misiones
Instructor del curso ECC de SATI
Coordinador del Comité de Expertos en Cuidados Críticos de la Federación Argentina de Enfermería
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