Estas letras buscan simplemente acercarse a ustedes, abrazarles y acompañarles.
Porque todo fue muy rápido y a penas tuvimos tiempo.
Solo quería contarles que la noche en que falleció su padre, todo el equipo estábamos allí. Ustedes a pie de cama. Nosotros a su servicio.
Nada acabó tras comunicarles las malas noticias y que pensábamos que fallecería. A pesar de haber estado todo el día trabajando para que su padre siguiera con vida, conectándole a aparatos para intentar hacer posible un milagro imposible. Dejándonos la piel.
Estábamos allí.
Las infecciones graves a veces ganan la partida. Es así de cruel y así de simple. Es la vida y la muerte, de eso se trata.
Su padre no fue un paciente más: de hecho, ninguno lo es.
Para todos los profesionales de cuidados intensivos, cada persona enferma merece nuestro máximo respeto y damos cada segundo día a día por nuestros pacientes.
A veces es difícil expresarlo, al fin y al cabo no nos conocemos y quizás no hay tanta confianza como para abrirse. Somos humanos y hemos adquirido una tendencia invisible hacia la autoprotección. Pero es nuestra elección de vida, y aunque a veces el dolor sea insoportable, estamos ahí. Siempre estamos ahí.
Solo quería hacerles saber que su padre nos importa, que ustedes nos importan. Mucho más de lo que creen o mucho más de lo que supimos transmitírselo.
Las auxiliares, las enfermeras y yo. Estábamos ahí y seguimos estando.
Necesitaba decírselo, porque también nosotros necesitamos que sientan nuestro calor. También nosotros necesitamos cuidarnos y curarnos.
Así que les mando un abrazo fuerte, de mi parte y de todo el equipo. Aunque no estoy seguro de que nos volvamos a ver.
Y les acompaño en su sentimiento, que para eso también estamos.
Gabriel.
Cuando hace dos años murió alguien muy cercano a mí tras un Cáncer de esos que llaman "fulminante", recibimos una carta así del esquipo de oncología del hospital Virgen de la Luz, en Cuenca. Después me he enterado que es algo habitual de estos equipos. A nosotros, como familia que ha perdido una parte de nosotros, nos reconfortó y nos transmitió paz... Sería algo fantástico que se hiciera en las unidades de cuidados intensivos. El dolor es grande y nada lo evita, pero sí reconforta.
ResponderEliminarMe lo propuso Elena Lorente (De tots els colors): una carta manuscrita de todo el equipo es curativa para unos y otros. A ver si lo podemos poner en marcha.
EliminarBuen post Gabi. Necesario. Los equipos debemos verbalizar nuestros sentimientos y afectos ante la muerte. Es la mejor catársis para no olvidar nuestras limtacines, nuestro objetivo y poder pasar página sin rémoras que nos lastren.
ResponderEliminarBuenas tardes a tod@s.
ResponderEliminarEn el post de Kant, el comentario de Alejandra (creo que sé quien eres) es rotundo: según Hume la moralidad se funda en el sentimiento, que es motor que nos impulsa a proteger los valores, a cumplir nuestro deber, el cual puede ser reconocido de manera racional gracias a Kant.
Si nos concretamos en los hechos que a diario estamos obligados a afrontar, no podemos por menos, que conciliarnos con nosotros mismos con estos actos (escribir unas letras de sentimientos) que solo pueden provenir de la razón pura inherente al ser humano.
Querido Gabi, si de algo no nos cabrá duda jamás, será que evidenciar sentimientos de condolencias, pesar, duelo o cualesquiera emanados del fallecimiento de una persona, es acto de solidaridad; punto mas racional del nuestra condición humana.
Otra gran idea. Haremos llegar nuestras condolencias por carta al familiar mas cercano.
Gracias.
Félix José Martín Gallardo.
swx20088@gmail.com